Ushuaia, un museo

En Ushuaia hace un frío que pela, los desplazamientos se hacen difíciles en las carreteras peligrosamente heladas. Las horas de luz quedan reducidas a su mínima expresión. No fue fácil encontrar un taxista que nos llevara al cercano parque nacional.

El arte como usufructuario de la Naturaleza, o bien, la Naturaleza como arte primero y esencial. El tema me surgió esta mañana a raíz del primer paseo por el bosque del lago Roca, un bosque de cuento a quince o veinte kilómetros de Ushuaia, el paseo se convirtió en algo así como ir de paseo por las salas de un museo: estaban todos los componentes que se encuentran en la pintura (incluso alguno propio de la música): el color, la textura, los matices, los contrastes, las armonías; cada rincón era un descubrimiento, un placer nuevo que yo sentía de la misma manera que siento cuando me paro frente a los cuadros que más me gustan, y no hago excepciones, podían estar representado el neorrealismo: el detalle de los líquenes, las barbas de viejo gris azuladas, los farolillos chinos colgados brillantes y luminosos de las ramas desnudas de las lengas (una especie de haya de hoja pequeña); el expresionismo: los rojos de la hoja pequeña de los ñires junto al verde peremne de los cohiues; el impresionismo bailaba en el bosque como dueño y señor de todo el entorno, las hojas diseminadas sobre el negro humus, sobre los restos de turba, las pinceladas de color llenando el espacio entero en un bosque inundado de una luz matizada de mañana tempranera; los bosques de Watteau, umbríos, jugando con el claroscuro de la vegetación —los personajes apenas una anécdota en una naturaleza lujuriosa y envolvente—; en fin, la suavidad verdeazulada del cielo y los paisajes teñidos de siena de los flamencos y del los pintores del Cinquencento; hasta los bermellones de las cuevas de Altamira tapizando cientos de líquenes, los restos caídos, yacentes del bosque... Habría que preguntarse qué parte ocupa esto, este mundo alucinante de la naturaleza, en eso que llamamos arte; o mejor qué parte ocupa el arte en eso que llamamos Naturaleza, naturaleza como entidad estética, como elemento de contemplación y recreo espiritual.

No sé si hay acuerdo sobre una definición de arte, pero es indudable que desde el punto de vista del espectador, éste no debe ser forzado a interpretar lo que ve en relación a la mano que lo ha creado, al soporte que emplea, a los medios técnicos que usa; el espectador ve y siente, después probablemente interpretará y analizará, pero como una tarea complementaria. La naturaleza, il riporto (no sabría hacer una traducción correcta) que se establece entre el sujeto que vive u observa, y aquello que es observado, es de una entidad tal de llegar a producir en el sujeto una tensión emocional desbordante cercana a uno de los placeres más vívidos.

Comparando arte y Naturaleza (Naturaleza con mayúscula) desde el punto de vista contemplativo, de la percepción de armonías, de los contrastes, de los matices, en puridad encontraría uno más similitud que la que puedan tener otras ramas del arte entre ellas mismas. La Naturaleza, reina y señora, parece diluirse algo más en el arte más actual, pero quizás haya que profundizar más para encontrar que combinaciones muy primarias de estructuras de la naturaleza (líquines, líneas, arbitrarias texturas de barro y arena, etc.) se hallan frecuentemente implícitas en el arte de las últimas décadas.

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