Fin de viaje

Salta - Resistencia

La paz con uno mismo contagia el ánimo hacia el entorno. Se puede armar un zafarrancho por un peso cobrado indebidamente; el otro interviene y pregunta: ¿cuál es el drama?, tiene razón, es correcto el tono irónico, aunque lo que diga es que sólo ha intentado birlar sin más el peso, pero ¿y qué?, ¿es para tanto? Visto el mundo desde esta bonanza, todas esas actitudes parecen como segregadas por un mal llevado sentido del humor. Las dificultades de la contención, como gato con el lomo crispado dispuesto a saltar en cuanto te comen un poco el terreno. ¡Calma, hombre, calma!, no es para tanto!, ¿dónde está el drama? Dichosos los flemáticos, que recibieron el don de la imperturbabilidad, o mejor la de estos argentinos con un sentido del humor de raíz italiana adobado con una familiaridad de la cosa cotidiana tan fresca y natural...

Anda la timidez detrás de estas cosas, el tímido es poco dúctil, se arranca a trompicones, encuentra difícil la conexión con el mundo circundante, pero que se desborda como arroyo sorprendido con un chaparrón imprevisto sin parar mientes en el sentido contextual de la cosa cuando alguien intenta tomarle el pelo.


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Asunción

Una vez más el plácido camping del Jardín Botánico de Asunción, con mosquitos incluidos. Noche de viaje desde Salta, desde la siete de la tarde hasta la hora de comer del día siguiente. Para cenar pedimos media parrillada completa, nos hemos puesto ciegos a carne y cerveza, como para no volver a catar la carne en una semana. Los días prometen ahora ser jornadas de descanso; después de este largo periplo estamos deseosos de largas horas de lectura, nada mejor para ello que este parque en medio de la ciudad. Junto a los mosquitos hay montones de aves y también el bufido de los elefantes que ponen su nota bronca en el silencio de la noche.


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A MIS HIJOS

Estoy solo, Victoria ha ido a por las gafas a la terminal de autobuses. He lavado la ropa, la he tendido, me preparo un café porque no hay nada que desayunar y no tengo ganas de desperdiciar la mañana moviéndome de aquí; me he duchado, me he afeitado. Entro en la tienda, la carpa de aquí, y veo un espejo sobre el suelo; me miro, este soy yo, me digo, ese rostro rasurado que mira con curiosidad su reflejo en este rectángulo enmarcado de madera, y fugazmente me pasa por la mente la imagen de mis hijos, Mario, Lucía, Guille. Mi rostro y el de ellos en este universo de todo lo que existe; en ese mundo mi rostro, el de mi madre muerta, el de ellos; relaciones de dependencia, de afecto, de sangre, de rumor de hojas en medio de la brisa, de rayos de esperanza, de desasosiego, de pena, de distancia anhelante hoy. Mientras, pájaros desconocidos para mí picotean el aire, llenan la mañana tibia de música. E indago en mi rostro, esa mirada que busca ubicarse en la realidad.

El rostro recién afeitado, una pizca sorprendido, como quien se tropieza a la vuelta de la esquina inesperadamente con un amigo a quien le une una especial relación afectiva. Es día de descanso, la pantalla del ordenador, de blanco neutro bajo la sombra tupida de un laurel, es parte del paisaje que contemplo esta mañana; no necesito mirarla, escribo mientras observo los alrededores, los niños que juegan al balón, la ropa que se seca, un prado verde más allá de la valla de alambre del camping. Mi cuerpo está tonificado por la gimnasia, la ducha, un sueño reparador bajo la protección del mosquitero; está ligero, como ropa tendida al sol bamboleada por la caricia del aire; es todo ojos, todo oídos, pasea su curiosidad por el rostro de su gente, indaga desde la apacible suavidad de la mañana por las cosas amontonadas en el espíritu; amontonadas, revueltas, revoloteantes como mariposas, arrumbadas como ramas abandonadas en el arco calmo de un meandro.

Una intensa emoción se apodera de mí pensando en mis hijos. Desde la soledad de templo de esta mañana, contemplaros, renovar mi comunión con vosotros para que mi soledad sea soledad densa, para que la nada que se cierne sobre la tarde sea compañera amable del todo, de vosotros que amo, de vosotros que me hicisteis vibrar en la noche trémula, en el aire liviano, en la mañana lechosa de niebla, en el brillo malva del horizonte tras el espectro nudoso y desparramado de aquel árbol interpuesto entre el horizonte y mis pensamientos.

Puro anhelo atrapado en la longitud del cuerpo, pasión contenida, mañana de éxtasis, hora de esperanza. Tiempo de espera.


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Anoche asistimos a un concierto de Mozart; buen final para un día de sedentarismo como el de ayer. Quizás algún apunte, una encopetada pareja, de las que se levantan y aplauden a rabiar, de las de brazaletes de oro, etc., desenvolviendo calmosamente un caramelo de esos de papel chirriante y aparatoso, lentamente, mirando a las musarañas. Y luego eso sí correr a hablar con el director de orquesta, con el solista. Y otro que perdía el culo para visitar a todo el mundo, repartiendo sonrisas a diestro y siniestro, cuchicheando durante todo el concierto, entusiasmo inflado de provincialismo, de esos que levantan las sonrisas de los espectadores neutros. También estaban los senos apretados y lunares de una violinista asomando saltones y gozosos por el escote del traje de gala.


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Ya acabó el viaje. Ahora es espera, la del día del vuelo. Ni las lecturas logran matizar la inquietud del regreso; el que espera desespera.

Es la última noche, tibia y apacible noche bajo los cuarenta watios de la farola del camping, mañana dormiremos sobre el Atlántico camino de Madrid. Visitar reiteradamente el lugar de los sueños, atravesar los paisajes que movieron siempre nuestros pasos en décadas pasadas, tiene la “virtud” de desecar la curiosidad primera, el juguete queda un tanto abatido en las manos después de haberlo manoseado durante semanas enteras, hay algo de muerte en esto de conseguir los propósitos.



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2 comentarios:

Weto dijo...

Estimado amigo:
He descartado con éste cuatro mensajes y ni siquiera sé si éste va a salir.
Tu tierra (mía también por vocación) no ha merecido su historia.
Como Castellano hermano vuestro declaro que me uno a tus seguidores con convicción.
(Vuestra entonación es italiana. Sí. Pero la genialidad de los del cono sur es labor de muchos más.)
Un respetuoso saludo desde una tierra que es tuya incluso sin tú saberlo.

goyo dijo...

toda una realidad amigo
un abrazo