Entre Potosí y Salta


Potosí: ¡qué frío! Esta ciudad es heladora. Al final hemos compuesto un día simpático callejeando por la ciudad. No, no son cuatro casuchas, es un esplendor que debe de llevar siglos derrumbándose, una ciudad que podría ser muy bella mejor conservada. Hay rastros por todos los lados de la arquitectura regional española. El sol es brillante y la atmósfera clara. Muchas de las fotografías que hemos tomado me recuerdan algunos de los recorridos por España, calles, fachadas, balconadas, iglesias, gente sentada a la puerta de las casas. Hemos terminado el día en un concierto de música folklórica boliviana, Arpegio, se llamaba.

Estamos sobre los cuatro mil metros y el frío es intenso, en la habitación del hotel no hace menos frío que en la calle. Los enchufes no funcionan y, como consecuencia, tampoco podemos tomarnos un café caliente.

Y de España llegan unas líneas de Guillermo:

Viernes: Irún-Madrid

Y Proust se deshizo, se desmembró.

Avoir un toit de verre,

un coup de dés

et pommes de terre.

Laiser le temps venir.

Aller tour suite.

* * *

Desde Potosí hay por medio veinticuatro horas de viaje ininterrumpido, una noche en Jujuy y por último tres horas entre Jujuy y Salta. Mañana por la tarde salimos para Resistencia. Estamos más cerca de casa que nunca.

Hoy me levanté con un grata sensación de bonanza que se extendía suave frente al más allá del otoño. En el bus leía Sinchikay, de Jesús Lara. Rafuti, su tía retozando furiosamente con él en cualquier momento posible. Y sin que tuviera apenas nada que ver con el asunto recordaba situaciones similares de los tiempos de Italia, caminaba mi memoria por lugares diversos de mi vida y todo era pan de cada día, vida de la que se puede comer a rebanadas de pan con mantequilla y azúcar, vida ni siquiera densa, vida de pueblo, maciza, como las nalgas de una moza rolliza y contentadora. Y leía, y a veces miraba por la ventana, y yo era una hormiga de tantas en esta tierra llena de hormigas, una insignificante hormiga que va de un lado para otro del mundo, que trabaja, que se tumba al sol o que siente la templanza de esta tibia mañana invernal de Salta.

Leer a Eduardo Galeano. Las venas abiertas de América Latina es un ejercicio necesario para empezar a comprender el principio de muchos problemas, la indignación chorrea acre leyendo cualquiera de sus páginas; pero, hay, sin embargo, algunas cuestiones que no cuadran en torno a las expectativas posibles, ¿qué habría sido mejor en lugar de...?; le falta al libro el contrapeso de una realidad más en consonancia con una realidad global, con los mecanismos sociológicos y psicológicos que intervienen en el proceso económico, con la realidad de los comportamientos humanos. Uno se siente acogotado por quinientos años de historia, pero pasar unas semanas en Bolivia y descender hacia el sur y llegar a Salta produce en mí la sensación física de que hay mucho más que el largo discurso de Galeano. Esta gente es diferente, independientemente de las distintas posibilidades que haya tenido, su actitud ante la realidad evidentemente es otra cosa que allá en el norte. ¿Se puede no tener en cuenta la idiosincrasia de la gente cuando se trata de poner en funcionamiento un país? ¿Necesariamente los indios tienen que incorporarse a la economía vigente?

¿Habría habido otra manera de acceder a nuestro actual estilo de de vida —tantos cadáveres dejados en el camino—, al grado de desarrollo que tenemos, por otro camino que no fuera este del surgimiento del capitalismo tal como se ha dado? Sin esta explotación de unos por otros —el hombre es un lobo para el hombre—, de la cual somos nosotros ahora usufructuarios, ¿sería posible hoy un nivel de vida en el orden mundial parecido en algo a lo que vivimos? Esa ética, esa solidaridad de la que se habla en los círculos socialistas o bienintencionados simplemente, visto como funciona el mundo, la historia, la gente y las personas en particular, ¿podría decirse que es un camino posible?

¿No es la acumulación de capitales en unas pocas manos el motor de una buena parte del usufructo que disfrutamos hoy? Es una afirmación tremenda, pero ¿de qué manera puedo yo beneficiarme del disfrute de los medios con los que vivo negando la base sobre la que está fundamentado ese nivel de vida?

Un ejemplo algo simple sobre la base de mis últimas lecturas de Galeano. Repartamos toda la plata que se produjo en Potosí durante siglos, los productos del azúcar, del cacao, etc. entre todos aquellos países que intervinieron en el proceso de producción. A partir de aquí cuál habría sido el camino del dinero, qué porcentaje habría servido para fundamentar un desarrollo económico posterior, ¿no andaríamos ahora con las plumas en la cabeza? El proceso de acumulación de capitales, siglos y siglos componiendo y recomponiendo un inmenso y complejo puzzle, tiene sus raíces hundidas en el expolio de los países más indefensos y ricos en materias primas. ¿Cómo hubiera sido si ese proceso de acumulación de capitales no se hubiera dado? ¿Cuáles habrían sido sus resultados en la actualidad?

El motor del cambio, sus posibilidades, en este último caso, ¿dónde estaría? Y aquí habría que hacer un paréntesis para ver cómo las distintas idiosincrasias, las distintas actitudes ante la laboriosidad, creatividad, se integran en el proceso económico, y como unas y otras reciben la parte correspondiente a su laboriosidad. En cualquier manera hay mucha gente que no tiene mentalidad de mercader. Yo me gastaría lo ganado y como mucho guardaría para prevenir tiempos peores. Es una parte del mecanismo, por fuerza tiene que haber gentes distintas a mí para que el mecanismo de la acumulación desencadene riqueza, que a su vez active el proceso económico que pueda hacer posible una situación similar a la que vivimos hoy en Occidente.

Hacemos la crítica a los españoles que devastaron el continente americano, pero como manteniendo un sentimiento romántico sobre lo precolombino, como si el Imperio Inca hubiera sido una hermanita de la caridad, o como si las barbaries aztecas constituyeran una civilización cuyo trato al individuo fuera algo envidiable. Tampoco es que tratemos de curarnos en salud diciendo que todos son igual de bestias, solo se trata de identificar, aislar, las cosas que son, que suceden, de otras que deberían ser. Lo que es, lo que ha sido, es inapelable, no hay posible equivocación sobre ello porque fue así, mientras que lo otro siempre será lo posible, indemostrable mientras no sea probado, un asunto de buena intención, creado por la fábrica de las ideas del hombre. Las tantas variables de cualquier proceso histórico o económico, por fuerza sólo son en cuanto se integren en la praxis; muy por el contrario la teoría, el “mejor habría sido” o sería, muy frecuentemente olvida en sus planteamientos cuestiones fundamentales que han dado al caos con sistemas económicos radiantes, por el simple hecho de haber sobrevalorado temas tales como el presumible sentido de la solidaridad, o subvalorado otros como la motivación, la competencia, los alicientes económicos. De alguna manera el proceso global debería tener en cuenta aspectos importantes de comportamiento y motivación interna del individuo. Sin ello tarde o temprano el tinglado entero puede venirse abajo.

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