El señorío del Parinacota


Putre, 3800 metros, tumbado a la sombra del volcán ¿Toapaca?, una enorme montaña nevada con una nube blanquísima encima a modo de sombrero; Los Nevados de Putre, les llaman.

Algunas ideas que a veces hemos discutido y que aparecen ahora en Darwin a su paso por Tierra del Fuego. Los yamanas son capaces de repetir párrafos en inglés con bastante perfección. Darwin se pregunta sobre la imposibilidad de que un europeo repita más de tres palabras en un idioma totalmente desconocido. Estos aborígenes ejercitan otras funciones que nosotros no usamos, o desarrollamos menos. Otro tema del que hablamos estos días desde San Pedro de Atacama; aquello de que los atacameños no necesiten electricidad, aquí en Putre no usan calefacción (3500 m.!), sólo los afuerinos la utilizan. Igual que decían de la electricidad en San Pedro; Darwin narra como los fueguinos van totalmente desnudos lloviendo, con tormenta, etc., cuenta de una mujer que da de mamar a su baby, ambos desnudos, mientras está nevando; habla de esta misma población como de seres estancados, son recogedores de moluscos, apenas necesitan ningún tipo de técnica, su mejor creación es la canoa y dice que en los 250 últimos años no había experimentando en absoluto ningún cambio esta técnica. No es solamente la distinta adaptación al medio lo que admira de estos ejemplos, sugieren reflexiones más complejas. Las diferencias culturales de los pueblos deben contener en sí componentes que hacen ociosas las comparaciones, los parámetros de referencia son tan distintos que resulta arduo analizar con los criterios de nuestra cultura occidental y capitalista otras culturas diferentes.

Tropezamos frecuentemente con la incredulidad y la incomprensión; no entendemos; pero no entendemos porque nuestra mirada está “contaminada” por nuestra cultura y sus hábitos, y porque entender no es un entender aséptico y objetivo, en cierta manera parte de una verdad asumida como verdad universal. El conductor del otro día decía que el atacameño no necesita... un no necesitar desde luego no tiene nada que ver con la austeridad asumida. Este hombre comentaba que la electricidad llevaría al frigorífico y del frigorífico a la televisión, y así sucesivamente, y nos parecía que no había aspiración ninguna a un status diferente. Sus vidas, como tales, parecían gustarles así: cuando se hace de noche se acuestan, cuando el sol se alzan ellos también. Nos recordaba las prédicas de alguna comunidad religiosa. Quizás haya algo de ello: conformidad, satisfacción con las necesidades elementales. En general se trata de gentes religiosas. La cultura, la religión, el medio en que viven pueden actuar conjuntamente en la creación de estos perfiles humanos. Dice Darwin: “La naturaleza, haciendo omnipotente la costumbre, y hereditarios sus efectos, ha habituado al fueguino al clima y a las producciones de su miserable país”. Pero cuando la naturaleza entra en contacto con la cultura, como en los casos que hemos visto, ¿qué parte pertenece a la creencia en un sistema de vida?, ¿qué parte pertenece a la religión? ¿qué a la falta de motivación, a la indiferencia?

Desde Arica la carretera sube por valles desolados hasta Putre, en las cercanías del P.N . Lauca, 3800 m. Hay que respirar muy despacio, los pulmones escuecen. Hay un campamento militar aquí; nos dicen que cuando les hacen formar nada más llegar siempre hay gente que se desploma. Vamos a sufrir las consecuencias de la altura durante algunos días; podremos caminar sólo muy despacio (transportamos dos macutos cada uno) y tomándonos largos descansos cada hora. Son los efectos de un ascenso excesivamente rápido desde el nivel del mar. Todos los turistas que pasan por estas regiones lo hacen de la mano de tours organizados; nosotros decidimos hacer la guerra por nuestra cuenta; nos miran un poco atónitos cuando decimos que queremos dormir junto al volcán; allí hace un frío terrible, nos dicen.

Subimos en auto-stop un rato desde Putre y después un colectivo (una especie de taxi para varias personas) nos dejó en Parinacota, un pequeño pueblito enjalbegado y brillante de una comunidad aymará. Tiene una iglesia muy linda. Desde allí caminamos todo el día; la tarde la pasamos en las lagunas de Cotacotani, otro lugar increíble vigilado de cerca por los dos enormes volcanes de la zona; las lagunas son una gozada de colores cálidos, están llena de flamencos, guayatas y una gran diversidad de aves diferentes. Es un hermoso paraje, montones de lagunas diseminadas y separadas por pequeños montículos, siempre el reflejo de los volcanes sobre las aguas intensamente azules.

Con el paseo se nos hizo tarde, cuando intentamos clavar las piquetas de la tienda sobre una aparente superficie blanda nos encontramos que nanay, debajo hay una permanente capa de hielo, las piquetas no entraban en ningún lado más allá de dos centímetros. Irse el sol y empezar a bajar la temperatura de manera alarmante fue todo uno.

Fue una noche heladora, el agua de la botella se congeló completamente; lo mismo sucedió con la caja de leche y con el líquido de las lentillas; tanto en el interior de la tienda como el exterior se formó una pequeña película de hielo. Frío del carajo, de no dejarnos dormir; y peor, porque se respiraba deficientemente, en cuanto te mueves para darte la vuelta en el saco viene un ahogo de necesitar algunos segundos de respiración profunda para reponerte. Teníamos puesta toda la ropa encima, pero aún así la noche se hizo interminable entre las seis y media que se hizo de noche y las ocho de la mañana.

No digo nada del volcán porque de tanto tenerlo ahí encima majestuoso y señorial, presidiéndolo todo, uno se olvida de mencionarlo, padre y señor de todo. Es impresionante la presencia de estas moles heladas en mitad de la estepa, sobresaliendo siempre por encima de lo divino y humano.

Caminar un par de horas, hacer auto-stop, pillar un autobús boliviano en el control fronterizo, sentarnos en el autobús con el flato hasta el cuello (el autobús se iba, las gestiones, las prisas, la altitud, nos pusieron el corazón a cien), llorarle a Victoria los ojos por las lentillas y, enseguida el remedio para todo en estas latitudes: masticar coca. Nos colocan dos puñados de coca en las manos, se caen algunas hojas al suelo ¡cuidado, la coca no se bota al suelo!, advierte alguien. La coca adormece la boca, la refresca, después nos dan una china de ceniza que ayuda, con la saliva, a dar forma compacta a la bola de coca.

El bus atraviesa el P.N. de Sajama, el volcán de Sajama es ahora el dios de lugar; los glaciares penden de sus laderas dando forma a una de las más bellas montañas que uno pueda imaginar. Doscientos kilómetros después de dejarlo todavía asomaba su punta por encima de la estepa y de las montañas. Es el monte más alto de Bolivia, cerca de los siete mil metros. Se trata de un paisaje cambiante, lleno de ocres y amarillos espléndidos (el color de la paja brava, una hierba que tapiza desde el desierto de Atacama casi todo el altiplano andino). Cárcavas, pueblos de adobe oscuro, rebaños de llamas, la gente de tez mucho más oscura, el tocado de las mujeres, ese gorrito pequeño tan gracioso sobre un lado de la cabeza, sus enormes fardos sobre la espalda... vemos por la ventanilla cómo una mujer con el niño en el fardo trabaja en una obra cargando de arena una carretilla. Estamos en otro mundo, al menos esa es la primera impresión. Nos atrae Bolivia, lo sentimos como un nuevo paraíso a recorrer.

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